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Hasta hace una semana venía bien con el temita de los sueños. Soñar con Nina se convirtió en un hábito, en algo que sucede periódicamente, y que como pasa por lo general con los sueños, escapa a nuestro deseo o decisión.

Estos sueños empezaron hace diez años, cuando se terminó nuestro noviazgo. Y yo, tal vez con ánimos de hacer catarsis, o de expulsar esas visiones oníricas, o de asentarlas para dejar un registro, empecé a escribirlos. Cada mañana que despertaba de uno de estos sueños, y ponía todo mi esmero en recordar la mayor cantidad de detalles antes que sucumbieran al olvido. Y con el correr de los meses y los años, siguieron sumándose otros nuevos.

Pero además de tener un registro detallado de los noventa y pico de sueños con sus respectivas fechas, un día quise ver si había una disminución en la frecuenta con que soñaba. Así que me armé una lista, donde fui marcando cuántos días pasó entre un sueño y el siguiente, durante todo este tiempo. Y sí, en líneas generales hay una tendencia a soñar cada vez más aisladamente. Saber esto en algún punto estuvo bueno, porque quiere decir que en algún momento capaz se vuelven muy esporádicos, y en una de esas hasta desaparecen del todo.

Pero esta lista empezó a jugar otro rol. Si bien el objetivo inicial era el de tener un dato de frecuencia de sueños a lo largo del tiempo, terminé estando más pendiente de ello. Porque antes, sólo le prestaba atención al tema cuando me despertaba de una de esas noches. Pero ahora, empecé a estar alerta casi a diario, viendo si el tiempo pasado entre el último sueño y el hoy “ranqueaba” mejor. No estoy seguro si se entiende algo de lo que estoy diciendo, pero tampoco quiero sobrepasar líneas con esta explicación. La cuestión es que aun sin soñar voy actualizando esta lista de jornadas trascurridas.

Y venía todo bien, porque desde hacía un par de meses que no soñaba con Nina, y venía siendo el intervalo más largo en lo que va del 2018. Y cada día que pasaba lo percibía como una mini victoria. Pero hace una semana volví a soñar, y anoche otra vez.

Nos encontrábamos con Ella en un bar, un bar grande con una especie de patio interno. Yo la estaba esperando, era nuestro aniversario. No sé bien cuánto cumplíamos, pero llevábamos unos años juntos. Mientras espero que llegue, camino por el lugar, en donde había más gente. Incluso se estaba celebrando un casamiento: era un lugar bastante grande. En un momento la veo llegar, y juego a ocultarme detrás de alguien para que no me vea. Pero Ella se da cuenta que estoy ahí, así que salgo de mi guarida, y me ve, y voy a su encuentro. Nos damos un abrazo y un beso, me dice "feliz día", y me da un regalo que me había llevado, que eran unos paquetes de lana, con los colores celeste y blanco, y creo que un tercero de color rojo. Los pone en una montaña que había en el piso, de otros paquetes de lana. Si bien suena raro, el regalo era algo que a mí me gustaba. Esa otra montaña en realidad eran los obsequios para el casamiento que se estaba celebrando, pero Ella no lo sabía, los puso ahí equivocadamente. Ella estaba feliz, y el sentimiento de amor puro y sincero que había entre nosotros era claro y evidente.

Casi sin abrir los ojos, agarré mi celular que estaba en la mesita de luz, abrí la grabadora de voz, y narré lo que había vivenciado en ese otro plano, mientras todavía tenía los recuerdos muy frescos. Hoy la lista de intervalos vuelve a cero.

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