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Mostrando las entradas de julio, 2020

Acomodando fichas

El repentino cambio de estado de ánimo que llegó con el año nuevo, me sirvió para poder ver las cosas con algo más de claridad. Más allá de que el peso más agobiante de la tristeza había quedado atrás, supe mejor que en ningún otro momento que las cosas no estaban bien, que tenía mucho por aprender, muchas cosas de mí por conocer, como primer paso para poder cambiarlas, y que mientras no lograse esto, no iba a percibir una mejoría real. Había algo que me había dicho la Rusa en aquel último adiós que me quedó resonando durante mucho tiempo, por su crudeza, pero también por la veracidad que veía detrás de sus palabras. Ella creyó ver que yo tenía una notable baja autoestima. Nunca lo había pensado en esos términos, pero después empecé a atar cabos, y me pareció que muchas cosas de mi vida cotidiana, de mis actos y reacciones encajaban muy bien con esto. Supe que era momento de retomar terapia, ¿pero con quién? En un primer momento pensé que volver a las sesiones con Belén, mi antigua

Un poco más amable

Me es difícil explicar la magnitud del dolor, la tristeza y la angustia que nacieron en mí ante la ausencia de la Rusa, teniendo en cuenta la realmente poca historia que tuvimos juntos. En realidad ni siquiera llegamos a estar juntos; fue más bien una proyección mía, basada en mi ilusión, y en los mis sentimientos despertados. Hoy entiendo que ella, todo el tiempo habrá tenido una mejor idea de cuál era nuestro vínculo: dos personas conociéndose. En cambio yo, desde un inicio demasiado prematuro, traté de aferrarme a algo que aún no existía. Pero lo que sí existió fue el vacío y el sufrimiento que se hicieron presentes en esa recta final del año. Y quizás no era sólo por la Rusa, sino que en ese malestar se sumaba la ruptura con Lau de un año atrás, y también los fantasmas que siempre retornaron, que nunca se fueron pero que aprovechan esos momentos de vulnerabilidad para arremeter con más crudeza; fantasmas liderados por el de Nina, siempre a la vanguardia. Pasé una semana llorando.

Pude verlo un año más tarde

Y ahí estaba la Rusa, esperándome en el aeropuerto. Que haya ido a buscarme por iniciativa propia destruía mis antiguos temores y me colmaba de esperanza y alegría. Sin embargo, todavía no sabía bien cómo manejarme, porque previo al viaje todo había estado a punto de desmoronarse, y habíamos acordado ir más despacio, sin prisas ni presiones, con lo cual yo había tenido que caer indefectiblemente por una auto represión de sentimientos: no mensajear, no proponer encuentros en la medida que me hubiese gustado. Pero, ¿y ahora? Este gesto suyo que demostraba interés, ¿cambiaba los términos? No me hizo falta averiguarlo, porque durante los seis días siguientes a mi regreso terminamos viéndonos, haciendo diferente tipo de planes, y siempre propuestos por ella. Ella me había extrañado. La Rusa quería verme. Sin embargo, todo tenía un sustento bastante más endeble de lo que aparentaba, o mejor dicho, de lo que yo creía y quería, pero esto recién pude verlo un año más tarde. Nos vimos, salim

La chispa de la distancia

El primer mensaje de la Rusa en cruzar el océano fue bastante escueto: los infaltables interrogantes para ver cómo había sido el viaje, el clima, y esas cuestiones. Como yo estaba en la calle, tenía una señal de wifi intermitente, con lo cual tampoco estaban dadas las cosas como para un diálogo más largo. Pero más allá de eso, estaba dolido por la actitud que ella había tomado durante los últimos días, y no iba a correr a sus pies a la mínima atención. No por capricho, sino porque percibía en su mensaje una cuestión más de compromiso que un interés de fondo. Pasó otra tanda de días antes de recibir un nuevo mensaje suyo, pero a medida que transcurría el viaje se fueron haciendo más frecuentes y fluidos. También yo me fui entregando a esas charlas, al empezar a percibir un interés más real de su parte. Después de mi regreso, cuando nos vimos, me confesó que le despertó cierto germen de celos el ver una foto que subí a Instagram, con Flor, la esposa de mi amigo Matías. Una tarde, mient

Con un pie en la orilla

Un martes de mediados de octubre me dirigí hacia el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. A horas del mediodía salía mi vuelo, en una jornada soleada y primaveral. Decidí hacer mi mayor esfuerzo por ignorar todos los sentimientos de incertidumbre que los últimos contactos con la Rusa habían despertado en mí. Había albergado la esperanza de pasar un lindo fin de semana con ella, pero prácticamente se llamó a silencio, y ni siquiera obtuve un simple “buen viaje”. Pero no quería pensar en eso. No quería pensar en ella, ni en lo vivido, ni en proyecciones a futuro, ni en nada. Estaba por ir a pasar tres semanas a España, y quería poder tener la mente fresca en el momento presente, para aprovechar el día a día. Era mi segunda ida a Europa, pero a diferencia de la primera vez, en que había ido con Lau e hicimos el tour de debutantes europeos tratando de conocer la mayor cantidad de capitales posibles (Barcelona, Roma, París, Berlín, Praga), en esta ocasión opté por la improvisación. Lo único

El enfiramiento

Pese a que el primer encuentro sexual con la Rusa no resultó de la mejor manera posible, no sentí que ella me juzgara por la floja actuación, ni tampoco percibí que ese tema motivase un conflicto real, porque si bien hacía muy poco tiempo que nos conocíamos, el vínculo se estaba forjando sobre una base más sólida que un liso y llano garche, por decirlo a groso modo. La conexión pasaba por otro lado, y además yo sabía que el desempeño iría mejorando a medida que fuese ganando confianza. Recién ahora, más de un año después, empiezo a entrever la posibilidad de que para ella el sexo haya sido un factor mucho más desestabilizante de lo que yo creí suponer. Pero siguen siendo conjeturas. El primer mal presentimiento lo tuve tres o cuatro días después. Yo estaba muy seguro de querer pasar más tiempo con ella, seguir conociéndonos, y tenía la casi certeza de que iba a ser así. Era tan intenso lo que venía sintiendo, que hasta había llegado a creer en que por fin había encontrado a esa perso