Libros


Anteriormente había comentado que empecé a sentir placer por la lectura gracias a Nina, y que el primer libro que me compré fue El libro del Fantasma, de Alejandro Dolina. Y desde ese momento entré a un mundo de letras del cual ya no pude salir. Tuve períodos de fascinación con algunos autores como el mismo Dolina o Sábato, y también con tragedias griegas. Pero siempre me sentí dispuesto a leer cualquier cosa. Toda lectura suma.

Recordé que cuando era niño y estaba en edad escolar, observaba una biblioteca que había en casa, y sentía el deseo de que me gustasen los libros, para así poder leer esos que estaba ahí. Es rara la sensación de querer que te guste algo que no te gusta, pero pasa. Y varios años más tarde, con el placer literario ya desarrollado, fui hasta mi viejo dormitorio, donde todavía estaba esa repisa con los libros. No eran tantos, y muchos de ellos eran de cuentos infantiles. Pero los miré uno por uno, hice una selección, y me los llevé para incorporarlos a mi biblioteca personal.

En estos años fui leyendo varios de esos, pero como también fui incorporando otros que me compré o me regalaron, no he concluido con esa tarea que me puse hace décadas, sin creerlo posible. Mi mamá se siente orgullosa de que me guste leer. Nadie en la familia lo hace.

Pero como muchas otras cosas, la lectura me ata. O yo me ato a ella. Lo que me pasa es que no puedo tener un libro y no leerlo. Aunque me aburra, aunque no me guste, lo “tengo” que leer. Casi que la única alternativa para no hacerlo sería deshacerme del libro, pero tampoco quisiera hacerlo. Y si me propongo leer algo, lo termino.

Por ejemplo, hace muchos años empecé a leer la Biblia, no como lugar de consulta espiritual (porque no soy católico), sino por curiosidad. Considero que es una novela (sin ánimos de ofender a los creyentes). Esto surgió cuando leí El Código Da Vinci. En este libro hace referencia a varios pasajes bíblicos que me llamaron mucho la atención, e imaginé que no era cierto que el libro santo pudiera decir eso, pero lo comprobé al buscar esos versículos. Esto me dio curiosidad, y ganas de descubrir qué otras cosas de igual interés fueron escritas allí. Así que por el año 2006 empecé a leer la Biblia, desde la primera hoja.

Al día de hoy sigo. Pero a decir verdad durante varios años dejé de lado esta tarea. Hace algunos meses la retomé con más entusiasmo que nunca. De todos modos no es que estoy todo el día leyéndola. Primero que nada, no la llevo en la mochila como para leerla en los viajes diarios; es un libro de exclusiva lectura hogareña, en parte porque me da vergüenza andar con la Biblia por la calle, y también porque no me resulta práctico. No llevo leída ni la mitad, pero confío que no van a pasar otros doce años para concluirla.

Por otro lado, hace un par de meses me regalaron una enciclopedia en ocho tomos. Una linda enciclopedia, con una bella encuadernación, que incorporé a mi biblioteca. Pero por eso de sentir la obligación de no tener libros sin leer, empecé a abordarla. Y no logro darme cuenta hasta qué punto me satisface esta lectura, o si es meramente una auto imposición. No me doy cuenta, pero mientras sigo leyendo.

De hecho, cuando termino de leer un libro, no decido el próximo según las ganas que tenga, sino que lo hago al tun tun, es decir, de forma azarosa. No elijo. Leo “lo que toca”. Y esto también es algo que se repite en varios aspectos de mi vida. A veces es más fácil resignarse al azar o a las imposiciones de otros, que tomar una decisión.

Comentarios

  1. que lindo placer el leer... el tema que con la pc se complica, en mi caso le restó un tiempo enorme a la lectura... primero Verne, después Poe y ahora Cortázar mis héroes personales de papel.....

    ResponderBorrar
  2. Muy buen comienzo. Es un libro que he leído y vuelto a leer.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Explicaciones

Carta espontánea

Otro olvido