La vía incorrecta
El
tren viene bastante lleno. No como esas veces que está que explota y no entra
nadie más, pero sí hay mucha gente; hay que tener en cuenta que es hora pico. Los
pasajeros muchas veces parecen impacientarse cuando viajan parados. Yo no, y de
hecho prefiero viajar de pie, preferentemente en el espacio de unión entre
vagones, apoyado contra un lateral. Pero la mayoría prefiere sentarse, incluso
en los asientos próximos a las puertas, que están reservados para discapacitados,
embarazadas y ancianos.
Los que deciden ocupar
estos asientos, no está mal que lo hagan, siempre y cuando se mantengan
alertas, y en caso que suba una persona que lo necesita, lo cedan. Pero por lo
general no pasa. Sube algún viejo, y los que están ahí se hacen los boludos,
miran para afuera, pelotudean con el celular o se hacen los dormidos. El viejo
o la embarazada considerados, sin ganas de llamar la atención, ponen caras de
estoy bien, no pasa nada, mientras los otros imbéciles se cagan en el sistema.
Me enerva, porque estas
reglas comunes están hechas justamente para ordenar, para poner un poco de
corrección al caos generado por el egoísmo social. Pero siempre el yoísmo está
un paso adelante. Me da bronca, me dan ganas de acercarme a la persona y
decirle ¿vos sos pelotudo o te hacés?, y ponerlo en evidencia delante de todos.
Pero no lo hago, porque soy cagón. Quiero permanecer alejado de las batallas
que no me pertenecen, pero aun así termino involucrándome, no físicamente, sino
desde adentro, tomando partido por uno u otro, asimilando una indignación que
no me toca. ¿Soy tan generoso que me afecta el daño a otros, o soy tan egoísta
que me convierto en víctima de una agresión ajena?
Ayer en medio de esa hora
pico, subió una señora con su hijo en brazos. Nadie amagó a moverse de sus
asientos, hasta que un hombre con campera y gorro de la empresa de trenes que
estaba en la puerta preguntó, muy sonriente y con gran amabilidad, si alguien
podía ceder el asiento. Un par se pararon, y el del gorro agradeció,
manteniendo su rictus de serenidad y complacencia. Su sonrisa contrastaba con
mi odio interno.
Uno de los dos está
encaminando mal sus emociones.
Yo una vez le terminé dando el asiento a una embarazada que se había recorrido ya cuatro vagones sin que nadie se levantara... por no hablar de cuando me levanté para darle el sitio a un chico ciego y en cuanto me levanté ya había una señora (no tan anciana) sentada. No veas cómo la hice levantarse. Jajajaja. Besotes!!!
ResponderBorrarme gusta venir a leerte
ResponderBorrarsaludos
¡Hola! Eso es muy cierto, mira que los asientos reservados no deberían ser tomados salvo precisamente, para lo que están reservados. Creo que deberían seguir libres aún si el vehículo va hasta el tope, porque pasa eso, que se hacen los tontos y no lo ceden a quienes lo necesitan. Y falta mucha cultura por ese lado y mucha empatía.
ResponderBorrarA mi me pasó una cosa muy curiosa, un abuelo subió al colectivo y se fue hasta el fondo del colectivo, cerca de la puera de atrás (que si va libre los asientos de ahí, yo me quedo en ese lugar). Recuerdo que lo vi y me levanté a cederle el asiento y me hizo sentar de nuevo, porque según él, tenía más vitalidad que todos los que iban en el colectivo. Fue imposible convencerlo de lo contrario y al final, terminé cediendo a seguir el camino sentada.
¡Un abrazo!