Violencia, con V de Vegano
Cuando yo era chico e iba a catequesis para tomar la primera comunión, había
algo que los representantes eclesiásticos hacían con mucha destreza: lograr que
el endeble niño de nueve años asimilara los preceptos católicos y sintiese
culpa si cometía algún acto que iba en contra de esta moral. Pero éramos niños,
y algo de rebeldía innata seguía corriendo por nuestras venas, como aquel día
en que mi hermano, estando aún en el patio de la iglesia esperando a nuestra madre,
aplastó a un sapo con un baldosón. Un par de los que fuimos testigos nos
sentimos impactados por el hecho: un asesinato a sangre limpia en plena casa de
Dios.
La moral
religiosa, efectiva en aquellos días, fue perdiendo presencia a medida que
pasaron los años y uno fue informándose y conociendo otras realidades
diferentes a la que enuncia un pequeño libro escrito vaya uno a saber cuándo, y
plagado de frases entre metafóricas y aburridas.
Sin embargo, más
allá de todo docto religioso, hay otros grupos humanos que andan por la vida
intentando evangelizar a su manera, y uno de ellos es el de los veganos.
Como buen
omnívoro que soy, como de todo, y como buen argentino, pocas cosas disfruto más
que un buen asado. Un asado, que para ojos de un vegano es un cuerpo mutilado.
Y sí, lo es; pero es rico. En realidad, cuando digo vegano, lo hago queriendo
referirme a ese tipo de persona que no sólo no come carne, sino que promulga la
vileza de su consumo. Hay vegetarianos y veganos que se contentan con el aporte
de su granito de arena a la causa de la matanza animal, y están esos otros que
se enervan cuando uno pide un pancho. De ellos estoy hablando.
El vegano
supone que, al no consumir carnes, en su alimentación no hubo muertes
involucradas. Y en algún punto suena lógico, y es inevitable sentir un dejo de
culpa por gustarnos tanto la milanesa napolitana. Me generaba cierto conflicto
interno esta dicotomía (aunque poca, debo admitirlo), hasta que escuché hablar
a no sé quién, un tipo que es una de las cabezas de Greenpeace. El señor
contaba que, en su juventud, cuando comenzó con sus intereses ecologistas y
proteccionistas, una de sus primeras medidas fue hacerse vegano. Pero que luego
de varios años, se dio cuenta que eso no sirve de nada; que el verdadero
problema no está en el consumo o no de carne, sino en el sistema de producción
de la misma, y del hacinamiento de animales.
El que come una
lechuga, decía, no sabe que hay sangre en el cultivo de la misma. Los campos de
cultivos de vegetales, generan muchas muertes, porque sus productores se
encargan de masacrar a los animales que quieren alimentarse de esa misma
siembra. Por otro lado, muchos animales se alimentan de otros; es parte de la
naturaleza. El verdadero foco está en suprimir el maltrato animal, no el
consumo de carne.
Este discurso
dado por alguien que sabe, quien fue y volvió del veganismo, me deja más
tranquilo. Puedo clavarme un choripán sin remordimiento. Pero la evangelización
vegana tiene un aspecto mucho más sutil, más discreto, y también más antiguo,
que consiste en divinizar los nombres de los vegetales, utilizándolos como
apodos, a la vez que demonizan los de carnes y embutidos. De esta manera se
podría armar una especie de escala de valores, donde el último puesto lo ocupa
un chorizo*, mientras que en la cúspide se encuentra el papa.
En definitiva,
cada uno puede mantenerse comiendo lo que desea, y no hay que caer en el
señalamiento inquisitivo. Hay que entender que no nos vamos a poner de acuerdo
en todo, y ello no quiere decir que los que piensan diferente a mí sean poco
sensatos. No existe una razón absoluta. Y no me importa si alguno piensa que
soy un salame por decir estas cosas, porque el que lo hace seguro que es un perejil.
*El adjetivo “chorizo”
es una deformación de chorro, es decir, ladrón.
Hay vegetarianos moderados, que incluso puede cocinar empanadas de carne para los demás, aun si consumirlas.
ResponderBorrarLos veganos no reconocen que lo que proponen no es lo más sano. Que no se mata a la vaca, para sacar la leche. Y que han sido parte de la promoción de la soja, cuyo monocultivo causa tanto mal a la fertilidad del suelo.
Algo que no saben o no quieren reconocer que las plantas se alimentan de la pudrición, de cadaveres animales convertidos en nutrientes.
Saludos.
Tenes razón, y como tantos otros temas, genera una brecha entre partes difícil de sortear. Todos vivimos más o menos cómodos con nuestras posturas. Y además muchas veces esas mismas personas que se jactan de no matar animales, no dudan a la hora de aplastar una araña, simplemente por miedo o asco. Eso yo lo llamo hipocresía.
BorrarCierto es que no todos son así pero mucha gente sí que intenta imponer el veganismo con una actitud casi terrorista; como si quisieran convertirte por la fuerza a una religión. Es como alguna gente ahorradora, que quiere convencerte de que gastas mucho dinero y que para qué necesitas tantos bolsos/zapatos/loquesea. Me pone muy nerviosa la gente así. Que me dejen comer/comprar lo que quiera, digo yo. Besotes!!!
ResponderBorrarQuizás la humanidad tiene una tendencia hacia los extremismos de pensamiento, y nos vamos alejando cada vez más del entendimiento de otro.
BorrarPues tienes razón. Qué quieres que te diga.
ResponderBorrarCada vez hay más fanatismo en todo.
Besos.
Si, y se ve en todos lados. ¿Será que va en aumento, o siempre fue así pero no nos dábamos cuenta? Capaz tiene relación con la enajenación producida por el avance cuasi absurdo de la tecnología, que nos va deshumanizando gradualmente. Miedo.
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