El enfiramiento

Pese a que el primer encuentro sexual con la Rusa no resultó de la mejor manera posible, no sentí que ella me juzgara por la floja actuación, ni tampoco percibí que ese tema motivase un conflicto real, porque si bien hacía muy poco tiempo que nos conocíamos, el vínculo se estaba forjando sobre una base más sólida que un liso y llano garche, por decirlo a groso modo. La conexión pasaba por otro lado, y además yo sabía que el desempeño iría mejorando a medida que fuese ganando confianza. Recién ahora, más de un año después, empiezo a entrever la posibilidad de que para ella el sexo haya sido un factor mucho más desestabilizante de lo que yo creí suponer. Pero siguen siendo conjeturas.

El primer mal presentimiento lo tuve tres o cuatro días después. Yo estaba muy seguro de querer pasar más tiempo con ella, seguir conociéndonos, y tenía la casi certeza de que iba a ser así. Era tan intenso lo que venía sintiendo, que hasta había llegado a creer en que por fin había encontrado a esa persona que me complementaba a la perfección. Ella dominaba mis pensamientos, y muchas veces tenía que contenerme para no escribirle, para no resultar pesado. Y en eso estaba cuando recibo un mensaje suyo, que me dio mala espina al ver que era un audio de casi cinco minutos de duración. Por lo general nos manejábamos con texto, o a lo sumo audios cortos. Presentí que el contenido de ese mensaje era importante, y me costó darle play. Y lamentablemente estaba en lo cierto. En resumen, lo que me decía era que sentía que estábamos en momentos diferentes de la vida, y que le daba bronca porque ella venía con ganas desde hace tiempo de conocer a alguien que valiera la pena, y una vez que se le daba, comenzó a ver que se le dificultaba sumar una relación a su ritmo de vida y ocupaciones. Sentí sinceridad en sus palabras, y pude notar cómo le temblaba la voz. Yo por mi parte, lloré como hace mucho que no hacía.

Acordamos vernos esa misma noche, yo con un nudo en el pecho y una angustia que me era muy difícil de controlar, ante esa sensación de que todo empezaba a esfumarse. Conversamos, birra de por medio, y quedó claro que el cariño y las ganas eran mutuas, por lo cual dijimos de no tomar distancia, pero tratar de ir más relajados. Parecía una buena opción frente a la otra perspectiva que había ido vislumbrando durante las últimas horas, la cual significaba un corte abrupto.

Los días que siguieron fueron algo extraños de sobrellevar, porque yo tenía muchas ganas de verla, lo cual se potenciaba por el hecho de que al no estar trabajando, tenía demasiado tiempo libre que me hubiese gustado compartir con ella. Y a esto además se le sumaba que en menos de una semana era la fecha de mi viaje a España, y me asustaba imaginar que mi ausencia enfriara todo. Fueron pasando los días, tratando de convencerme que lo mejor era no escribirle continuamente, y cuando sí lo hacía, luego de una contención tortuosa, su respuesta se hacía esperar quizás por horas, muy diferente a como habían sido las cosas durante los primeros días. Empezaba a apreciarse un dejo de desinterés de su lado, que me perforaba el alma.

Aquellos primeros días, luego del primer beso que insinuaba un camino resplandeciente, había temido que el viaje enfriase el vínculo. Pero no, el enfriamiento había llegado incluso antes de lo esperado.

Comentarios

  1. Bienvenido al club. Los Altamente sensibles parece que no seremos bien amados, !pero hacemos arte!

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    1. ¿Será eso? Preferiría el amor. Creo que con amor no había necesidad de expresarse de otro modo.
      Gracias por pasarte.

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