Un poco más amable

Me es difícil explicar la magnitud del dolor, la tristeza y la angustia que nacieron en mí ante la ausencia de la Rusa, teniendo en cuenta la realmente poca historia que tuvimos juntos. En realidad ni siquiera llegamos a estar juntos; fue más bien una proyección mía, basada en mi ilusión, y en los mis sentimientos despertados. Hoy entiendo que ella, todo el tiempo habrá tenido una mejor idea de cuál era nuestro vínculo: dos personas conociéndose. En cambio yo, desde un inicio demasiado prematuro, traté de aferrarme a algo que aún no existía. Pero lo que sí existió fue el vacío y el sufrimiento que se hicieron presentes en esa recta final del año. Y quizás no era sólo por la Rusa, sino que en ese malestar se sumaba la ruptura con Lau de un año atrás, y también los fantasmas que siempre retornaron, que nunca se fueron pero que aprovechan esos momentos de vulnerabilidad para arremeter con más crudeza; fantasmas liderados por el de Nina, siempre a la vanguardia.

Pasé una semana llorando. No continuamente, pero sí, en algún momento del día sentía una compresión en el pecho que me imposibilitaba evitar el llanto, mientras mi cabeza repasaba cada una de las situaciones vividas, para inconscientemente alimentar el tormento. Me sentía desamparado, con un desgano que me dominaba por completo, y con una carencia total de fuerzas. El hecho de no tener trabajo tal vez no haya ayudado del todo, porque podía avocarme al padecimiento a tiempo completo, sin distracciones.

Imposible me sería recordar con fidelidad el día a día de aquel período, pero me queda la sensación de que dicho mes y medio fueron de total depresión. Quería evitar el uso de esta palabra, porque en realidad es una enfermedad, y no es correcto que me auto diagnostique, porque puede ser incorrecto, pero me parece que más allá de la precisión médica, es el término que mejor cuenta puede dar del panorama.

A tal punto llegaba la desidia personal, que decidí por primera vez no festejar el año nuevo. No me sentía con ánimos de fingir una felicidad y entusiasmo, con lo que el 31 de diciembre me quedé sólo en casa, haciendo frente al pedido de familiares y amigos. La tomé como una noche más; una horrible noche más. Incluso podría acostarme antes de medianoche, y evitar el inevitable balance anual. Igualmente dicho balance arrancó días antes, así que no cambiaba demasiado la cuestión. Y como si existiese una especie de espíritu positivo de año nuevo, pocos minutos después de la hora cero, y sin habérmelo propuesto, me sentí algo más aliviado y con ganas, no de festejar, pero sí de salir. Fui hasta lo de un amigo, donde se había juntado el grupo a cenar, y traté de comenzar el 2019 con un rostro un poco más amable.

Comentarios

  1. Creo que lograste explicar la emoción que te produjo esa ruptura. Confirma mi impresión de que se trata de una mujer difícil de olvidar. Y a veces no hay motivo para olvidar.
    Saludos.

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  2. Es valiente intentar desafiar la juntada familiar. Es un asunto muy difícil en familias donde es muy riguroso lo ceremonial.
    Pero, creo que deberías relajarte más ¿Cuánto cambian las 00 hs del 01/01 de X año y no se... las 23 hs del 25 de julio de Y año?

    Abrazo y más suerte la próxima

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  3. ese final es mas esperanzador, me parecía mucho castigo el que te auto infligías para no festejar nada... pero saliste y en algo te habrá servido....

    y fuiste al lugar que querías, espero que eso te haya guiado luego... saludos

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