Otro olvido

Hace muchos, muchos años me habitué a llevar una mochila que cada vez que salía de casa. Realmente lo importante no era la mochila en sí, sino lo que había en su interior: un cuaderno. En esos tiempos yo tenía unos diecisiete años, y era la etapa de transición entre el mundo escolar y el universitario. Tenía mi bandita de rock y aspiraba a ser músico, y había concluido en la ventaja de tener siempre un cuaderno (y lapicera) a mano, previendo que en cualquier momento podía ocurrírseme alguna idea o frase que diera pie a una posible letra. Obviamente cuando iba a la facultad lo hacía con mochila y cuaderno, pero yendo al trabajo también, si tenía que ir a comprar algo lo mismo, y de igual manera cuando estaba de novio con Nina y me pegaba esos viajes maratónicos hasta zona oeste. Cabe destacar que cuando empecé con esto no existían los teléfonos celulares (o sí, pero no eran algo común). Más tarde tuve, pero no eran cómodos para escribir cosas.

Después la banda se disolvió y dejé de pensar en escribir canciones, pero el cuaderno se mantuvo. Hubo sin lugar a dudas períodos de meses en que lo llevaba a cuestas a diario, pero sin escribirle siquiera una letra. Pero el cuaderno se mantuvo. Me acompañó por mis diferentes intereses, ya sea cuando empecé a escribir cuentos, cuando incursioné en la poesía. Fue compañero de juegos de cartas, tuttifruttis, viajes, listas de gastos. Muchas cosas. Obviamente hubo varios cuadernos a medida que se completaban. Al día de hoy sigo haciéndolo, y el que tengo actualmente en uso es uno que me había comprado cuando empecé a estudiar video, allá por 2007. En la carrera lo usé muy poco, porque las materias eras mayormente prácticas, y creo que tres o cuatro años después lo habré revivido ya bajo este “cuaderno de acompañamiento diario”. Ya le quedan pocas hojas en blanco, así que no creo que pase del año que viene.

Al volverse un testigo de la cotidianidad de tanto tiempo, a veces me da pena deshacerme. Al completar los cuadernos anteriores, me quedé mirándolos, como si fueran una parte de mí. Pero no los guardé. ¿Para qué? Ya suelo aferrarme demasiado a las cosas, como para venir a sumarle una parva de papeles. Hay que dejarlo ir. Con fuego, de ser posible.

Hace un tiempito estaba hojeando el cuaderno actual, y me encontré con algo que empecé a escribir hace unos cinco años, a juzgar por la hoja en donde está. Es un relato inconcluso, que si bien entiendo que pretende contar algo de mi relación con Angie, no estoy seguro de qué rumbo iba a tomar el relato. Sobre todo me desconcierta el comienzo, esas dos primeras palabras, que supongo que iban a tomar sentido más adelante, pero eso nunca llegó a pasar. Y como no lo voy a continuar, lo copio textual a continuación.

 

Me afeité.

Desde el primer momento yo sabía que había factores que iban a entorpecer el éxito de nuestra relación. Antes de dar cualquier paso analicé todo fríamente, me hice una lista mental de pros y contras para poder evaluar cada una de las variables, para entender con precisión en dónde estaba parado, dejar en claro las opciones que tenía y así terminar eligiendo una, la que menor riesgo me representase. Pero qué va, Belén era muy linda, la verdad que me gustaba bastante. La conocía poco, eso sí, pero me gustaba. ¿Cuáles eran los riesgos? Una de las cosas era que trabajábamos juntos. La empresa había dejado en claro en su momento que estaban prohibidas las relaciones entre compañeros; de hecho creo que todos habíamos firmado un acuerdo donde aceptábamos esta condición. Si nosotros empezábamos a salir y la cosa funcionaba, habría que fingir como si nada pasara, por lo menos en un primer momento, aparentar una distancia inexistente, capaz hasta cierta frialdad. Pero me parece que a la larga la gente termina dándose cuenta de las cosas; uno cree que tiene a todo el mundo engañado, pero al final todos saben la verdad, nadie dice nada y el tema se convierte en un ocultamiento recíproco. Pero el verdadero conflicto está en que la empresa se entere, las autoridades de la empresa. No sé qué pasará en esa situación, si también ellos se harán los sotas o si están obligados a tomar alguna decisión. Porque digamos, uno se pasa todo el día ahí adentro, y ellos no pueden evitar que se empiecen a sentir cosas por la persona que se tiene al lado, pero sí podrían llegar a tomar algún otro tipo de medida, y con esto me refiero a que uno de los dos se viera obligado a abandonar la compañía. Imaginate eso, que te terminen echando porque de repente estás con alguien. No daba, así que era inevitable tener este tipo de pensamientos que finalmente no aclaran las cosas, porque al fin y al cabo, por más razones, por más cálculos, por más motivos de peso que se esfuercen por inclinar la balanza, del otro lado hay una cosa tan simple como que Belén me gusta. Es así. Puede ser para problemas, puede ser que en un tiempo me termine arrepintiendo, pero ella es linda, la verdad que me atrae y eso es motivo suficiente para tomar el riesgo y ver qué pasa.

Durante los seis meses que duramos como pareja supimos engañar a todo el mundo. Como dije al principio, había varios factores que iban a dificultar nuestra relación, pequeñas cosas que con el paso del tiempo comenzarían a pesar complicando la continuidad. Era un tanto previsible, por lo menos para mí, lo que hizo que de algún modo, desde la génesis estuviese preparado para un final. Y digo “de algún modo” porque cuando ese final se materializó, la previsión no me sirvió para evadir el dolor. Lo mismo pasa con la muerte.

Comentarios

  1. también me acostumbré a mi morral aunque me cargaran a veces ja... es lindo tener esos "alumbramientos" de letras o ideas para las entradas en mi caso... tampoco me gusta el teléfono pero sabés que hago ahora? me mando audios a mi mismo... no es original pero sirve...

    sos un romántico/melancólico con las relaciones...

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  2. Está muy bien engañar a empresas, que se creen dueños de quienes contratan. No tiene sentido una regla como esa.
    Saludos.

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  3. Uf, creo que toco muchos puntos en mi. Me resulto un poco raro verme tan reflejada en lo que escribiste, tal vez desde otro lugar, desde otro espejo. Pero al fin y al cabo movilizo algo en mi.
    A veces pensamos que cuando el final es tan esperado, cuando estaba escrito desde un comienzo, nos da tiempo para evitar el dolor. Pero no es así, el dolor se agudiza y los duelos ( de todo tipo) se hacen inevitables.

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