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Efímero

Hay pocas cosas que quisiera hacer perdurar tanto como esos primeros mates. La primera cebada es una obra de arte, tanto en sabor como en aspecto. El ritual previo de calentar el agua hasta el punto preciso, de poner la yerba dentro del mate y luego sacudirlo repetidas veces para eliminar el exceso de polvo, y abrir paso con la bombilla para que ésta llegue hasta el fondo; después inclinar el recipiente para que su contenido quede oblicuo, de modo que al agregarle el agua, siempre quede un poco de yerba seca. Tenemos frente a nuestros ojos el mate perfecto, espumoso, humeante, cálido. Lo sorbemos con parcimonia y placer, sabiéndolo incuestionable; insuperable. Pero con el correr de los minutos se empieza a corromper. Las hierbas gradualmente comienzar a desprender menos sabor, a la par que va perdiendo temperatura. Ese mate perfecto se convierte en una lánguida mezcla de agua y yuyos insípidos.