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Las riendas de Palermo

La gente de campo dice que cuando uno está aprendiendo a cabalgar y se cae del caballo, no tiene que dejar pasar mucho tiempo para volver a montar. Hay que enfrentar el temor y la aprehensión causada por el animal y por la mala experiencia, y mantenerse constante. Si uno espera y pasan los días, algo empieza a obrar en nuestras mentes, y cada vez nos va a resultar más difícil volver a la práctica, hasta el punto que ya nos será inmanejable. Eso es lo bueno de haber nacido en la ciudad y no tener que subirse a un animal. Pero no tan rápido, porque esto puede ser llevado a otros ámbitos de la vida. Y hoy por hoy, creo que mi caballo es ir a Palermo, que es donde vive Laura. Qué lástima que no es de Caballito, porque me vendría como anillo al dedo para este relato. La cuestión es que desde que terminamos con Laura, ya hace unos diez meses, de alguna manera evité tener que ir a Palermo, porque es más simple mantenerse alejado de ese caballo que tomarlo por las riendas. Fui un par