Entradas

Mostrando las entradas con la etiqueta laura

A fuego

Esta mañana, mientras esperaba la llegada del tren, sin proponérmelo caí en la cuenta de que hoy se cumplen tres años del día en que conocí a Laura. Aquel sábado de 2015 era el cumpleaños de un amigo. En realidad, más conocido que amigo. Con Rodrigo habíamos sido compañeros durante los primeros dos años del colegio secundario, luego de los cuales se cambió de institución. De todos modos, tampoco teníamos demasiado vínculo por aquel entonces. Pero una vez egresados, por medio de otros grupos y de gente en común, volvimos a vernos en reuniones, y las aparentes diferencias que antiguamente nos habían puesto en distintos grupitos parecían haberse esfumado. Ahora disponíamos de una buena onda mutua. En el último tiempo habíamos empezado a jugar a la pelota casi semanalmente junto a otros ex compañeros, con lo cual en el 2015 caí dentro de su invitación de cumpleaños. Si bien había aceptado, una vez llegado el día no me dieron muchas ganas de ir. El resto de los asistentes sí eran

Conversación

- ¿Escuchaste alguna vez Imagine de Lennon, pero interpretada por A Perfect Circle? - A ver… Suena a Tool. - Está bien que suene a Tool, porque A Perfect Circle es el otro proyecto del cantante de Tool. - Si, ahí lo leí, pero yo me di cuenta sola. - ¡Qué oído! - Che, escuchame. Del 1 al 10, ¿cuánto superaste el desamor con tu ex? - ¿Con cuál? - La del viaje: Laura. La vi este fin de semana. - ¿La viste? - La vi. - ¿Tanto la recordas como para reconocerla? - No la conocía para nada. Pero la vi en tu Facebook. - Y tu comentario tiene toda la pinta a que la viste con alguien. ¿No? - Bueno… Lo que quiero es ver si te puedo ayudar. Sinceramente. - Tranqui, decime lo que hayas visto. No pasa nada. - No me odies. Yo vi a tu ex con un tipo… igual a ti. - Wow… Eso es más fuerte. - ¿Te ayudó tener esta info o te quieres morir? - Me da casi gracia. No, no me siento herido. De verdad me alegro por ella si está bien. - Bueno, que jipi que eres. - Al menos u

Las riendas de Palermo

La gente de campo dice que cuando uno está aprendiendo a cabalgar y se cae del caballo, no tiene que dejar pasar mucho tiempo para volver a montar. Hay que enfrentar el temor y la aprehensión causada por el animal y por la mala experiencia, y mantenerse constante. Si uno espera y pasan los días, algo empieza a obrar en nuestras mentes, y cada vez nos va a resultar más difícil volver a la práctica, hasta el punto que ya nos será inmanejable. Eso es lo bueno de haber nacido en la ciudad y no tener que subirse a un animal. Pero no tan rápido, porque esto puede ser llevado a otros ámbitos de la vida. Y hoy por hoy, creo que mi caballo es ir a Palermo, que es donde vive Laura. Qué lástima que no es de Caballito, porque me vendría como anillo al dedo para este relato. La cuestión es que desde que terminamos con Laura, ya hace unos diez meses, de alguna manera evité tener que ir a Palermo, porque es más simple mantenerse alejado de ese caballo que tomarlo por las riendas. Fui un par

La próxima

Hace algunas semanas Diego, un amigo, propuso en el grupo de WhatsApp que tenemos con los chicos: - Che, una de estas noches podríamos ir a unas hamburgueserías que hay en Palermo, que parece que son de las mejores de Buenos Aires. Él había estado filmando unos videos en donde hablaban de estos lugares, y le pareció una idea interesante para llevarla a cabo como una salida grupal, y comprobar si la comida de ahí es tan buena como dicen. Cabe destacar que nuestro grupo está repartido entre San Isidro y San Fernando, con lo cual, a la hora de organizar una salida, es muy raro que vayamos hacia Capital. En algún punto el plan me pareció atractivo… Años atrás, cuando me puse de novio con Nina, empecé a viajar un montón, porque ella vivía en Castelar y yo en Beccar. Tenía que tomar tres colectivos, que sumaban entre hora y media y dos horas de trayecto, pero lo hacía con el placer de esa relación naciente, y del amor que sentía por ella. Aprovechaba el tiempo de viaje para leer,

Una especie de cábala

Hoy me desperté un tanto sobresaltado, no tanto exteriormente. No es que estaba agitado, y haya pegado un salto en la cama, pero sí tuve un sacudón interno producto de un sueño. Otra vez un sueño. Pero en esta ocasión fue con Laura, mi más reciente ex novia. En esta vivencia nocturna yo estaba por proponerle casamiento. No estoy seguro por qué lo hacía, porque no estaba convencido. Pero aún así lo iba a hacer, como empujado por alguna fuerza, sabiendo que iba a ser una decisión difícil de deshacer. Me desperté con estas imágenes frescas en la mente, sin terminar de entender el significado. Pero traté de no darle mayor importancia. Me vestí rápido y fui al baño a lavarme la cara y los dientes. Me dispuse a salir rápidamente, porque a las 11 de la mañana jugaba Argentina contra Francia, por los octavos de final, y había planeado ir a ver el partido a Oveja Negra, mi bar de cabecera. Oveja me viene acompañando desde prácticamente su inauguración, unos catorce años atrás. Hubo pe

Conexión

Me estoy levantando a eso de las 9:15, pese a que el despertador estuvo sonando intermitentemente desde una hora antes. Llego a la estación de tren todavía con cara de dormido. Es que vengo durmiendo poco, acostándome tarde, lo sé. Aunque siempre me acosté tarde. Pero se ve que el día a día rutinario ejerce un peso en lo anímico. Hace ocho meses que terminamos con Laura. Si bien estuvieron los dolores y pesares propios de cualquier ruptura, yo sentía que era un final inevitable, y en su momento también se me figuraba como un alivio. Debo decir que nunca la amé, en los dos años que estuvimos juntos. Pero quise enamorarme; de algún modo aposté a una relación y esperaba llegar a sentir ese amor, pero no pasó. Y con el correr de los meses se fue poniendo cada vez más en evidencia que ambos queríamos cosas diferentes, y que una proyección a largo plazo se volvía imposible. Después de acordado que lo nuestro había concluido, y de devolvernos mutuamente las cosas que habían quedado