Acaba la cábala

Hay mucha gente que tiene cábalas y cree en ellas. Según su definición, la cábala es una “suposición o cálculo formado a partir de datos incompletos o de indicios”; o sea, puro chamuyo. De alguna manera queremos aferrarnos a algo incoherente, quizás como para suponer que tenemos alguna injerencia en eventos que escapan completamente a nosotros. La cábala es una manera vulgar o campechana de saberse el escritor del futuro; una forma de creernos protagonistas de lo que en verdad somos espectadores.

Lo curioso de la cábala es que la mayoría de las personas que posee una, sigue aferrándose a ellas aun cuando no se cumplen los resultados esperados. “Siempre que voy a la cancha a ver a Racing me pongo el mismo calzoncillo”. Pero escuchame una cosa: Racing pierde más partidos de los que gana; esa cábala no está funcionando. Lo que pasa es que el cabulero adjudica ese mal resultado a otros atributos ajenos a él. Es decir que no se perdió el partido por su calzón; eso estuvo bien. Pero algún pelotudo no hizo lo que tenía que hacer. “Perdimos porque el pelado vino a ver el partido con su hermana. Siempre viene solo; perdimos por la hermana”.

Claro, el pelado fue con la hermana, porque ella está viviendo en México hace más de una década, y ahora que está de visita no quería perderse la oportunidad de ir al Cilindro de Avellaneda. Pero él ni se imaginó que la presencia de Romina iba a provocar la derrota de la Academia; el pelado tenía su cábala nueva (porque la anterior le había fallado hacía un mes atrás) que consistía en mantener los dedos de la mano izquierda cruzados mientras estuviese la pelota en juego. Desde que la descubrió le había funcionado, pero ahora dejó de hacerle efecto.

El tema es que el novio de Romina, que habitualmente miraba los partidos por la tele únicamente para hacerle el aguante a ella, esta vez aprovechó, la dejó disfrutar de su salida de hermanos a la cancha, y se fue a caminar por los bosques de Palermo. Y sin saberlo pudo haber sido él quien desencadenó la humillante derrota de local sufrida por Racing. Pero nunca se le cruzó siquiera por la cabeza, como tampoco lo sabe el boludo del calzoncillo que sigue mirando con cara de orto al pelado. Aunque capaz el pelado sí tiene algo de responsabilidad, porque el resultado final dependía no exclusivamente de él, pero sí de que todos cumplieran con sus respectivas cábalas. Y todos los que fallaron, los que hicieron un cambio consciente o casual fueron partícipes del resultado. O capaz hay que dejarse de joder y entender que por más que sigamos usando esa vieja remera del ’96, el resultado va a ser el mismo.