Crisis


Creo que estoy entrando en una crisis. Ya me había pasado algo similar hace ocho años, casualmente cuando se estaba jugando el mundial de Sudáfrica. No digo que los mundiales generen cosas; simple coincidencia. Por aquellos tiempos llevaba cuatro años en el mismo trabajo; un trabajo que si bien era tranquilo, tenía un sueldo muy modesto por hacer media jornada, y no tenía relación alguna con lo que había estudiado. Hacía cosa de año y medio que me había recibido de editor de video, y no conseguía nada relacionado con eso. Ya habían pasado más de dos años de la ruptura con Nina, y seguía con su recuerdo muy presente, y me atormentaba bastante el saberla fuera de mi vida. Además a esto se le sumaba que en el 2009 había conocido a Victoria, y parecía que la cosa venía muy bien encaminada, pero en cuestión de semanas se disolvió todo de una manera que no terminé de entender. Esto se sumaba a lo de Nina, provocando una herida más profunda.

Sentía mi vida absolutamente estancada y sin un sentido para donde disparar. Este malestar me llevó a renunciar a mi trabajo, y previo acuerdo con un amigo que estaba en una situación similar a la mía, irnos a mochilear Sudamérica. Fue una experiencia espectacular y súper enriquecedora, que duró algo así como cinco semanas. Pero no hay que confundirse. Si bien el viaje fue genial, y volví absolutamente cambiado, mucho más abierto, relajado lleno de una especie de paz, al principio la pasé mal. Desde febrero de ese 2010 hasta incluso los últimos días de agosto (ya en viaje), la pasé como el orto, hablando mal y pronto.

Me invadía una sensación de vacío, de no tener un objetivo, de sentir que no podía realizar las cosas que quería. Fueron meses se angustia e infelicidad, que me fueron alejando de la gente; me fui recluyendo en la soledad de mi cuarto. Muchas veces no atendía el teléfono cuando me llamaban, no respondía a los chats (se usaba el MSN todavía me parece). Creo que nuevos miedos fueron gestándose dentro de mí; miedo a que no me pasen o no me lleguen las cosas que esperaba de la vida, pero también temor a las cosas nuevas en general. Trataba de mantener las apariencias de que todo estaba normal, pero hacía lo posible por mantener el menor contacto social posible. Seguramente mis amigos habrán notado algo de eso, pero yo habré puesto excusas, no recuerdo.

La cuestión es que fueron meses de malestar. Incluso el arranque del viaje fue intenso. Recuerdo estar en el micro que nos llevaba a Víctor y a mí de Buenos Aires hasta Jujuy, y que a las horas de haber salido me agarró un ataque de miedo bastante importante, de no saber por qué estaba haciendo eso. Si no hubiese sido porque estaba Víctor, y que no me animaba a arruinarle el plan de ese viaje tan deseado, capaz al llegar a San Salvador de Jujuy hubiese comprado un pasaje para pegar la vuelta.

Después sí, a la semana le empecé a tomar el gustito, el miedo fue desapareciendo, y para cuando volvimos a Buenos Aires a principios de octubre, de verdad que tenía otra cabeza. Me sentía libre, o algo así.

Y ahora estoy en una situación similar a la de ese 2010. Estoy en un trabajo desde hace como siete años y medio. Ponele que es un laburo relacionado con lo que estudié y de lo que me recibí, pero no me apasiona. En otro momento hablaré más detenidamente de mi trabajo y de la pasión. La cuestión es que las jornadas laborales son sumamente tediosas, por inercia, y últimamente se le suma un clima un tanto tenso, de incertidumbre. A todo esto cargo con los fantasmas de todas las relaciones que tuve; Nina, Angie y Laura principalmente. No todas me pesan por igual, y no todas en todo momento. Van mutando, van cambiando, pero todas están. Me pesa la soledad, pero a su vez siento que no sé estar de otra manera. Desaprovecho el tiempo; no sé en qué dedicarlo. Básicamente, no tengo objetivos claros, no tengo un norte, y siento que el tiempo se me está yendo a una velocidad alarmante. Empecé terapia hace unos meses, eso sí. Todavía no siento ninguna mejoría.

No quiero ser el chabón pesimista. Tiendo a ser más objetivo en mis pensamientos, pero el panorama que veo de mi vida no es el más prometedor. Porque sé que indefectiblemente tiene que haber un cambio, pero no sé ni por dónde comenzar, ni cómo.

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