Famoso


La fama es algo extraño. Es una especie de fuerza invisible que le da a su portador más peso, o un aire de superioridad. Quizás no al él mismo, pero nosotros, las personas normales, cuando nos topamos con uno de ellos sentimos que emanan ese algo, como si no fueran ellos también normales.

Uno de los primeros encuentros del que tengo recuerdo fue con Guillermo Francella. En realidad, no sé si me acuerdo de haberlo visto, o más bien de la situación. Yo tendría unos seis años, y estábamos yendo todos en auto hasta la avenida (Centenario, claro), al punto en donde paraban los micros de larga distancia, a buscar a mi tía o a mis abuelos, que volvían de Mar del Plata. Yo no quería ir, porque en la tele estaban dando una película de los bañeros más locos, y no me la quería perder. Lo curioso del dato es que en esa película actuaba el mismo Francella, y toparnos con él minutos más tarde le dio sentido al esfuerzo.

Hubo otros encuentro menores, más bien fortuitos porque yo no tenía idea de nada de lo que pasaba, como aquella foto en la que aparezco al lado “del que hacía del papá de Guille en Amigovios”. Nada de qué jactarse.

Pero cuando uno va creciendo, la cosa empieza a cambiar. Por un lado, porque empieza a conocer más a la gente famosa, y porque los ambientes en los que uno se mueve también se amplían. No fue mi caso cuando estando en el colegio secundario, había cierto revuelo en el club donde hacíamos educación física, y un tipo que caminaba por ahí era el centro de todas las miradas. Yo le pregunté a un compañero que quién era ese, a lo que me respondió que Marangoni, un ex jugador de Independiente. Yo levanté un papel del piso y fui a pedirle un autógrafo; el primero de los dos que solicité en mi vida. Creo que aún lo tengo guardado en algún lugar olvidado.

El autógrafo era como una forma de decir “yo estuve con tal”, como si eso acreditara algo. Y hoy, con los celulares con cámara de fotos es aún más fácil. De hecho, no sé si la gente sigue pidiendo autógrafos, o fueron reemplazados por la selfie. También me he sacado un par: una con Carlos Núñez Cortés, integrante de Les Luthiers, y otra con Carlitos Balá.

Cuando te cruzas con un famoso, son unos segundos de duda, de no saber qué hacer, si dejarlo al pobre ñato que siga con su vida de ser humano normal, o si encararlo y alterar su andar para poder atestiguar ese encuentro fortuito para vanagloriarnos de ello. Es una decisión difícil, y a veces uno no puede evitar caer en la tentación del pedido, ya sea por caradurismo, o creyendo que es un mimo al personaje ese.

También están las veces en que al toparnos con un famoso en la calle, hacemos como si nada, como si no lo conociéramos, o peor aún, como que sabemos quién es y no nos importa. ¿Para qué? Simple, para mostrarnos superiores a esa superioridad implícita con que el famoso carga. Pero ojo, después nos damos vuelta para mirar qué hace, con la cautela de no ser descubiertos.

Comentarios

  1. es verdad, yo a veces no se como reaccionar... y si el personaje me interesa de verdad mas tímido me pongo... me pasó con Hrabina, ese 3 rústico de Boca ja... me hiciste dar la idea de escribirlo en una entrada ja... saludos!!! y te agrego a mi blogroll....

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    1. Si, escribilo! De hecho, acá entre nosotros... la idea de esta entrada la tomé prestada del blog de Hernán Casciari.. jaja

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    2. olvidate, no se puede ser original en nada ya, está todo inventado! ja....

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  2. Jajaja, es muy bueno.. Yo jamás pude ver a "los famosos" como personas diferentes a las normales.. No me llaman la atención y ni siquiera los reconozco por la calle!! Ahora, ver en un museo la chaqueta de San Martín me pone la piel de gallina.. Y lo digo porque creo que es la misma sensación que muchos sienten cuando ven a alguien que sale en la tele.. Supongo!!

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    1. Totalmente de acuerdo. Más allá de este relato, no soy muy farandulero. Y sí me interesa más la historia. Me regalaron un libro que narra la historia de San Isidro (de donde soy), que cuenta los lugares históricos del partido, como la quinta donde se juntaban entre otros San Martín y Pueyrredón durante sus tardes pre independentistas a planificar cosas. Es muy fuerte imaginarse eso en el mismo lugar.

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