Llamada entrante
Creo
que en el fondo, pese a mi aspecto hosco, a mi semblante de tipo serio y
malhumorado, y a todas las características que demuestran o dan a entender que
fui convirtiéndome en un tipo duro, reacio, desensibilizado y mezquino a la
hora de expresar sentimientos, sigo siendo un romántico a la vieja escuela, que
confía en el amor para toda la vida, y en la búsqueda de ese ser. Creo (o
quiero creer) en pequeñas pistas que fueron puestas ahí por alguna divinidad
intangible, para que sepamos interpretarlas y así acercarnos a ese ser que nos
colme de felicidad.
El sábado venía manejando,
y veo en el medio de la calle un pequeño rectángulo negro brillante. Por
aspecto y dimensiones me pareció que era un teléfono, así que luego de pasarle
por encima (pero sin pisarlo con las ruedas) detuve la marcha y me dirigí hacia
el objeto. Efectivamente era un celular. Era una calle muy poco transitada, por
la que no suelo circular. De hecho, era la primera vez que andaba por ahí.
Capaz que había algo de destino en ese encuentro fortuito, para poder luego
localizar al dueño (o dueña), y vaya uno a saber. Cabe destacar que más allá de
estas elucubraciones más o menos conscientes, la idea de devolver el teléfono
fue instantánea. Porque es simple: alguien lo perdió y está bueno que lo pueda recuperar.
No hay mucho más. En estos casos hay que ponerse en el lugar del otro; es
decir, si yo perdiese el mío me gustaría que el que lo encuentre no se haga el “vivo”
quedándoselo, si es que tiene forma de contactarme.
Al llegar a casa comprobé
que el equipo estaba bloqueado por el patrón ese de los puntitos que hay que
unir con el dedo. Me fijé si sobre la pantalla habían quedado huellas de
grasitud que indicaran posibles pistas de este código, pero nada. Bien limpito.
Veía que habían entrado llamadas perdidas y mensajes varios, pero obviamente no
podía acceder a ellos. Capaz podía esperar a que alguien llame, pero en el
momento no se me ocurrió. Lo que hice fue buscar algún tutorial para desactivar
ese código de bloqueo de pantalla. Encontré uno, seguí los pasos y funcionó. El
inconveniente es que aparentemente la forma de resetear esa clave era borrando
todo el contenido del equipo. Obviamente cuando me di cuenta de esto ya era
demasiado tarde. Pero bueno, al menos iba a poder ingresar. O eso creía.
Se ve que el teléfono tiene
una especie de seguridad, para evitar que cualquiera lo robe y pueda usarlo. Porque
una vez eliminado el patrón, para ingresar me pide la misma cuenta de Google
con la que se había ingresado originalmente al aparato, cosa que no tengo.
Traté de entrar con la mía, pero no hubo caso. Busqué algún otro tutorial para
hacer una restauración de fábrica, pero nada, no tuve suerte. Yo seguía
creyendo todavía que el teléfono podía pertenecer al amor de mi vida, y que de
la devolución del mismo dependía mi felicidad. Pero ya las chances de dar con
la dueña habían caído considerablemente. Por suerte cuando le saqué la tarjeta
de memoria y la puse en mi teléfono, pude ver algunas fotos que tenía ahí
guardadas y descubrí que el aparato es de una vieja.
Está bien, pobre vieja que
se quedó sin teléfono, porque ya no tengo forma de contactarla. Pero tratemos
de ver el lado positivo: si la vida va poniéndonos pistas para llegar a nuestro
gran amor, por lo menos ahora sé que éste era el camino equivocado.
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