Orden
Todos tenemos hábitos, rutinas, estructuras o TOCs; cosas
que hacemos con mayor o menor grado de conciencia. Algunas tienen una
funcionalidad, un objetivo de ser, y pongo como ejemplo que yo, cuando lavo los
vasos, después de enjuagarlos los tengo que colocar boca abajo, pero no debe
quedar apoyado todo el contorno del mismo sobra la mesada. Lo de boca abajo es
para que escurra el agua, y lo del apoyo es para que no tome olor el aire
encerrado en su interior. Es una maña, sí, pero tiene una razón de ser.
Otras no tienen un motivo claro, pero uno decide hacerlas de
todos modos de determinada manera. El rollo de papel higiénico tiene que quedar
con el papel colgando por delante. El pomo de dentífrico (cuando está en el
vasito) va con la tapa hacia abajo. El termo se guarda destapado (aunque ésta
sí tiene un motivo, y es que si queda tapado, el vapor atrapado puede ir
oxidando el interior).
Existen estructuras a su vez para infinidad de cosas más:
cómo guardar la ropa, qué va en cada cajón de la cocina, en qué bolsillo
llevamos la billetera, en cuál el celular y en dónde las llaves. Y así con
todo. Miles de órdenes que nos vamos auto imponiendo casi sin darnos cuenta.
Capaz ni siquiera son órdenes, sino que un día hacemos determinada cosa, y
luego, si nos vemos obligados a repetirla, es posible que terminemos cayendo en
un patrón de comportamiento.
Y así como es muy fácil de verlo en estos ejemplos de cosas
superficiales, también tendemos a estructurar otras cuestiones más profundas,
más trascendentales. Y empiezan a entrar en juego factores que ya no podemos
administrar a nuestro gusto. Si alguien puso el papel higiénico al revés, o
bien lo damos vuelta, o reconocemos que no pasa nada, dependiendo el grado de
obsesión que tengamos. Pero si lo que “está mal” en lugar del rollo es una cualidad
de alguien, se vuelve más complicado el asunto. Si nuestra manía nos dice que
la toalla húmeda tiene que ir colgada del ganchito que está en el baño, pero
ella después de bañarse la deja en el picaporte de la puerta, ¿es tan grave?
¿Es para hacerse mala sangre? No; es una pelotudez. Y ahí es donde hay que
darse cuenta que estas estructuras son absurdas; que no hay una única manera de
hacer bien las cosas, y que lo importante, lo verdaderamente importante para
por otro lado, y no por estas nimiedades.
Ya había hablado en el post de las banderas sobre mi gusto
por los colores. Hace años decidí ordenar mis libros por el color de sus lomos,
formando una especie de arco iris en la biblioteca. Desde el minuto uno supe
que era una maña, una obsesión mía. Pero sana, con una función únicamente
estética y que no hace daño alguno. Pero empecé a dudar con respecto a lo del
daño, porque capaz estas cosas tan ínfimas, el orden de los libros, el papel
higiénico, que son las más absurdas, sean justamente las que alimentan a todo
el resto. Y capaz el cambio tiene que arrancar por ahí, desde eso que parece
absurdo.
Así que cambié el orden de los libros, que ya no siguen
ningún patrón de color.
Si tienen un sentido, entonces está bien tener en cuenta esos detalles. Si no funcionan, es para pensar en dejarlos. Por lo menos, no buscar conflictos con quienes no los cumplen.
ResponderBorrarIr contra un patrón, ´¿no podría también significar tener una manía?
La obsesión de mantenerse sin obsesiones... jaja. Podría ser. Creo que más bien hay que buscar un equilibrio... salvo que esa búsqueda también sea una manía...
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