Esa marca...


Para los griegos que fueron contemporáneos de Sócrates, entablar una discusión con él era un verdadero problema. Pero no porque aquél tuviese la razón siempre, sino porque su capacidad de analizar las cosas y de navegar silogismos lo convertían en un rival indestructible. Y después ellos, cuando volvían cabizbajos a sus hogares después del bullicio de esos banquetes, se preguntaban cómo era posible haber quedado tan mal parados aun teniendo la razón de su lado. Es que Sócrates era el único que lograba mantener una línea de pensamiento sin dar un paso en falso. Esto llevó a Aristófanes y a otros a volcarse a un raciocinio extremo, a un sobreanálisis de todo cuanto tenían pensado decir, para no trastabillar.

Este hábito, como muchos de la raza humana, se fue instalando entre algunas gentes, trascendiendo al paso de los siglos, y llegando hasta nuestros días. Mucha gente siente la necesidad de pensar todo mil veces, analizar cada una de las variables antes de tomar una decisión; y yo soy uno de ellos. Medito todo, tratando de armar en mi cabeza un mapa, una red de las posibles consecuencias que pudiese tener cada uno de mis actos, para así elegir el que menor riesgo represente. Y no está del todo bueno, porque una forma de reducir el riesgo es repitiendo caminos conocidos, lo que suprime la posibilidad de nuevas experiencias.

Por ejemplo, recuerdo a los 19 años cuando tocaba el bajo en una banda de rock, y me vestía mayormente con ropa negra, y solía moverme en ese mundillo de antros de mala muerte donde tocaban bandas horribles. En plena efervescencia adolescente, donde la rebeldía está por sobre la razón, yo permanecí inmutable. Empezaban a aparecer amigos con piercings o tatuajes, y si bien a mí me tentaba un poco la idea de hacerlo, no podía decidirme. Sentía que el tatuaje era algo permanente, y por más seguro que estuviese en ese momento de imprimirme algo en la piel, nada me aseguraba que años más tarde no me fuera a arrepentir. Y si eso pasaba ya no habría vuelta atrás.

Me podría haber tatuado el logo de alguna banda, pero capaz me dejaba de gustar. O un personaje de alguna serie, pero eventualmente podía pasar de moda. O un chirimbolo sin ningún significado, pero, ¿y se me cansaba? Lo único que tenía muy claro es que nunca hay que tatuarse el nombre de nadie, ni de la persona que más uno ame. Imagino si me hubiese tatuado el nombre de Nina en el 2007 por ejemplo, que tan enamorado estaba. Qué error. Tan enamorado que el día de San Valentín, después de salir del trabajo, me fui pedaleando como un desaforado para comprarle un lindo regalo, porque no había tenido tiempo antes. Llegué al centro de San Isidro, até la bicicleta a un poste, y recorrí los negocios en busca del obsequio que más le gustase. Conseguí unas ropas muy lindas, que sabía que le iban a encantar, y enfilé hacia mi casa, muy sonriente, pensando en la noche que íbamos a tener. Se ve que las dos bolsas que cargaba no me dejaron maniobrar bien, porque cuando la rueda delantera mordió una piedrita, me caí aparatosamente sobre la vereda, recibiendo golpes y raspones varios. Sobre todo uno en el antebrazo izquierdo, que me quedó sangrando. Igual no fue gran cosa, porque pude seguir pedaleando hasta casa, y en pocos días ya no me dolía nada.

Pero se ve que me falta alguna plaqueta o algo en la sangre, porque la cicatrización no resultó muy buena que digamos, y me dejó una marca perenne, que cada vez que la veo me recuerda a aquél día de los enamorados. Pero por suerte no me tatué su nombre, y ya nada me la recuerda.

(Más relatos en lo de Juliano)

Comentarios

  1. Una herida que se convirtió en un tatuaje no elegido.
    Bien contado.

    ResponderBorrar
  2. Yo soy de meditar mucho las decisiones simples. Sin embargo, por alguna extraña razón, las decisiones que son de vital importancia, suelo tomarlas en muy poco tiempo. Así que nunca he sabido si soy visceral o calculadora...
    Yo siempre me quise tatuar (desde los quince años o cosa así). Mi madre me disuadió de la idea por si me arrepentía. Como a los 25 vi que seguía queriendo, me tatué. Y no sólo no me arrepentí sino que ahora, a mis 40 años, quiero hacerme más tatuajes. Eso sí, hay que elegirlos muy bien, porque quitarlos es infinitamente más complicado y más caro que hacerlos.
    Las cicatrices también son, en cierta forma, tatuajes sobre nuestra piel y ambos nos recuerdan historias. Besotes!!!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. ¿Tenes 40? Decime que estas usando una foto de perfil de hace diez años, porque sino voy a empezar a desconfiar de todo.

      Borrar
    2. Jajajaja. A decir verdad, la foto tiene como siete años (desde que abrí el blog). Te enlazo aquí una entrada del verano pasado, para que me veas un poco más "reciente". Hace mucho que no subo fotos mías, la verdad: https://plagiandoamialterego.blogspot.com/2017/09/vacaciones-tranquilitas-iv-turismo.html
      Ya me dirás si se notan mucho los siete años de diferencia...

      Borrar
  3. Aún los más previsores no consiguen esquivar los imprevistos... y sus consecuencias!
    Buen relato. Un abrazo

    ResponderBorrar
  4. Nada te recuerda a Nina la del tatuaje que no fue, ha sido mas importante recordar el dia que decidiste olvidarla , piadoso recoveco nuestro corazon juega juegos para protegernos del dolor.
    Quizas fue mejor asi. Un abrazo

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Que suerte que ya no la recuerdo para nada. Sino tendría que hacerme un blog para sacar a ventilar todos esos recuerdos impregnados.

      Borrar
  5. Creo que tengo una mente analítica y, al igual que manifiestas tú, pondero mucho mis decisiones. Sin embargo, a veces, me dejo llevar por un punto de locura, creo que sana locura, y me dejo llevar por las sensaciones y emociones del instante. Esos destellos de locura aún no me han llevado al tatuador.
    Un abrazo..

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Creo que esa locura muchas veces termina siendo más sana que el razonamiento extremo.

      Borrar
  6. Me ha gustado, simpático a más no poder.

    Gracias y enhorabuena.

    ResponderBorrar
  7. Solo la cicatriz en el antebrazo, creo que mas que tatuarse el nombre de una banda o el de la persona amada, algún símbolo, algo que te signifique a ti.
    Un saludo

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. No me vas a creer, pero hace un ratito pasé por tu blog. Pero no se me ocurrió qué escribirte... jaja

      Borrar
  8. ¡Hola! Curiosa historia, las marcas que deja la vida en la piel son más duraderas y tienen más historias que un tatuaje en ocasiones.
    ¡Un abrazo!

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Explicaciones

Carta espontánea

Otro olvido