La muerte de las bromas


Hace semanas que todos los días me suena el celular, a cualquier hora, pero con una constante: el número que aparece en pantalla es siempre el mismo, terminado en 7777. No necesito contestar, porque sé que se trata de la gente de Movistar que desea convencerme de cambiarme de plan, porque hay uno nuevo que me conviene y me va a facilitar la existencia. Podría atender, dedicarle a la operadora unos minutos, para luego exponerle mi posición de desinterés ante tal servicio. Ya lo he hecho en otras oportunidades, y lo único que consigo es un período de paz, sin llamadas comerciales, hasta que el ciclo se repite. Así que ahora opté por ignorar el teléfono cuando veo que está sonando.

Hace un tiempo que es fácil ignorar llamadas, por un lado, porque cada individuo porta en su bolsillo un teléfono personal, que le da la decisión absoluta de atender o no, y por otro porque con el número entrante impreso en la pantalla se reduce el riesgo de un interlocutor indeseado. De hecho, muchas veces ni siquiera es necesario realizar un llamado cuando queremos comunicarnos con alguien, porque tenemos otros métodos más prácticos como WhatsApp.

Pero dos décadas atrás el universo de las comunicaciones era otra cosa. Por lo general había un solo teléfono por casa, y sin identificador de llamada ni nada por el estilo. Cuando uno tenía que comentarle algo a otra persona, por pavada que fuere, no tenía más opción que discar el número, mientras que en la otra casa el aparato empezaba a sonar con una campanilla estridente, porque el sonido necesitaba ser lo suficientemente alto como para ser oído desde cualquier habitación de la vivienda. Y era indescriptible el coraje que había que juntar cuando uno quería llamar a alguna chica que le gustaba, y tenía que enfrentarse a la posibilidad del padre preguntándonos “¿Quién habla?”.

Pero el hábito más dulce de aquellos tiempos, que se perdió, es el de las bromas telefónicas. Hoy parece absurdo, pero desconozco si este pensamiento es producto de que uno ya es adulto, o si efectivamente los chicos de hoy tienen métodos más efectivos para hacer travesuras, que el de llamar a un número al azar.

Una sola vez intenté hacer una broma de este tipo. Y está bien usado el término “intenté”, porque el resultado no fue el esperado. Recuerdo que con mi hermano agarramos la guía telefónica, la abrimos en una página aleatoria y pusimos el dedo índice en un punto cualquiera, supongamos, sobre el nombre de Muñoz, Juan A. Discamos el número en el aparato, aunque no teníamos demasiado plan. Pediríamos hablar con él, para hacerle alguna pregunta absurda, o (lo que es más probable) lanzarle algún insulto infantil para luego recluirnos en el escudo del corte abrupto de la comunicación.

El silencio emitido alternado por pitidos constantes y pausados que provenía del tubo, nos indicaba que estaba sonando el teléfono del otro lado. Luego de unos segundos, alguien descolgó y una voz femenina, pero que denotaba una incipiente tercera edad nos saludó con un “¿Holá?”, a lo que nosotros, muy cortésmente respondimos “Hola, ¿está Juan?”. Todo venía bien, pero de repente notamos que la señora, con un timbre de voz ahora más áspero, como si se le hubiese atravesado un pedazo de pan o un recuerdo por la garganta fulminó “No… Juan murió…”. Creo que con mi hermano ni siquiera nos miramos. El atisbo de sonrisa que venía ya instalándose en nuestras caras desde que abrimos la guía telefónica, mutó hacia un desconcierto abrumador. Colgamos, y tras unos segundos de inmovilidad, guardamos la guía, todavía en silencio, y cada uno se fue por un lado distinto. Supimos que por lo menos para nosotros, algo más había muerto, además de Juan.

Comentarios

  1. Con mis amigas hacíamos lo mismo...hasta que una vez la voz del otro lado nos dijo que era policía y que siguieramos hablando así nos podría ubicar Un verso de película. Extraño esa situación añeja de llamar a alguien al telefono de linea. Beso

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    1. "Mirá que soy policía, eh!". Esa mentira es mucho más grave que la llamada en sí. Debería sentirse avergonzado ese señor.

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  2. Yo bromas no gastaba pero sí atendía el teléfono dando nombres inventados de empresas raras para que la gente se quedara descolocada. Jajajaja.

    A mí me pasó algo parecido a lo tuyo pero peor. Digo peor porque no estaba gastando bromas. Fue una época en que yo trabajaba llamando a nuevos clientes de una compañía de suministro eléctrico. No llamaba para vender nada sino que más bien era una llamada de calidad para saber si les había llegado la primera factura, si estaba todo bien, etcétera. Pues bien, hete aquí que llamo a un cliente, me atendió su señora esposa, pregunté por él y resultó que el señor había fallecido... ese mismo día. No te puedo contar el mal cuerpo que se me quedó para el resto de la mañana.

    Besotes!!!

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