La próxima
Hace algunas semanas Diego, un amigo, propuso en el grupo de
WhatsApp que tenemos con los chicos:
- Che, una de estas noches podríamos ir a unas
hamburgueserías que hay en Palermo, que parece que son de las mejores de Buenos
Aires.
Él había estado filmando unos videos en donde hablaban de
estos lugares, y le pareció una idea interesante para llevarla a cabo como una
salida grupal, y comprobar si la comida de ahí es tan buena como dicen. Cabe
destacar que nuestro grupo está repartido entre San Isidro y San Fernando, con
lo cual, a la hora de organizar una salida, es muy raro que vayamos hacia
Capital. En algún punto el plan me pareció atractivo…
Años atrás, cuando me puse de novio con Nina, empecé a
viajar un montón, porque ella vivía en Castelar y yo en Beccar. Tenía que tomar
tres colectivos, que sumaban entre hora y media y dos horas de trayecto, pero
lo hacía con el placer de esa relación naciente, y del amor que sentía por
ella. Aprovechaba el tiempo de viaje para leer, pero a la larga se hacía un
tanto tedioso. Más que nada también porque era muy difícil improvisar una
salida. Por ejemplo, si un sábado no teníamos nada organizado, y de repente
hablábamos y queríamos aprovechar para hacer algo al sol, ya no nos daba el
tiempo. Me causaba una cierta risa irónica, casi como si fuese una burla, el
pensar que no tuve mejor idea que “conseguir” una novia de Castelar, como si
uno eligiese de quién se va a enamorar. Si bien la distancia no fue el
desencadenante, sí fue un factor más de los que vinieron a sumar su poroto para
el desenlace. “La próxima tiene que ser de por acá…” debo haber pensado.
Pasaron los años y conocí a Angie, que trabajaba en mi misma
empresa, pero en áreas diferentes, con lo cual nunca habíamos tenido trato. Hablamos
por primera vez en un after office, y pegamos onda de inmediato. Ella era muy
linda, y a los pocos días me di cuenta que yo le gustaba. Se despertó en mí una
gran ilusión, pero otra vez escuché la risa burlona cuando le pregunté dónde
vivía y me dijo que en La Plata. La Plata estaba a 70km de mi Beccar, y eso se
traducía en casi 4hs de viaje en transporte público. Una locura. Pero no quise
reprimirme y darme por vencido antes de empezar, con lo cual salimos un tiempo.
Pero yo supe siempre, desde el día uno que esa relación no tenía futuro, porque
los dos estábamos cómodos con nuestras ciudades, y eventualmente, ninguno
accedería a mudarse. Los motivos por los que Angie quiso terminar siete meses
después fueron otros muy distintos, pero yo sé que la base fue la distancia. La
distancia que no me permitió abrirme y entregarme a la relación. “La próxima…”.
Cuando conocí a Laura todo fue distinto, porque si bien no
vivía acá a la vuelta, Palermo era un lugar que yo ya conocía, que había ido
mil veces por distintos motivos, con lo cual no me pareció ni absurdo ni a
trasmano. Además, acababa de sacar el registro y de comprarme un auto, lo que
facilitaba mucho más las cosas. Sí, algunas veces daba un poco de fiaca moverse
de un lado para el otro, pero nunca fue un factor clave. Tardaba una media hora
en promedio en llegar, a veces más, a veces menos, dependiendo del tránsito,
pero qué bueno que viviese en un lugar bastante accesible, y no sentir que
cuando estaba en su casa me encontraba en “el culo del mundo”.
Cuando empecé a salir con Nina, Castelar me era una
localidad absolutamente desconocida, y una vez terminado ese noviazgo no tuve
necesidad de volver a ir, quedando allá, lejos, los recuerdos que despiertan
los lugares comunes, y las posibilidades de cruzármela en la calle. Con Angie
lo mismo: nunca había ido a La Plata, ni volví a ir. Pero con Lau es diferente,
porque evitar ir a Palermo es otro tema, mucho más difícil. Desde que cortamos
volví a ir por distintos motivos algunas veces, y en todas me sentí mal; me
sentí de visitante en su barrio, y con la idea paranoica de encontrarla en cada
esquina. No logro andar por Palermo libremente; no lo disfruto.
- Che, una de estas noches podríamos ir a unas
hamburgueserías que hay en Palermo, que parece que son de las mejores de Buenos
Aires.
- La idea no es mala, pero yo no voy a ir. Perdoname Diego.
Y eso que Laura vive en Palermo. Mirá si “era de por acá”.
La verdad es que tener una pareja que viva lejos da mucha pereza, sí. Por no hablar de los amores a distancia. Esos yo creo directamente que no funcionan. Pero también es cierto es que si esa pareja vive muy cerca o en un sitio que suelas frecuentar por algún motivo, si la relación termina hay altas probabilidades de que se encuentren... Besotes!!!
ResponderBorrarAl final no hay nada que nos venga bien!! Jajaja.
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