El mar de la inmoralidad, parte uno


Voy a contar una historia de la cual no me enorgullezco. Uno siempre es el protagonista de su propia vida, y como tal, tiende a ocupar el centro de todas las acciones y aconteceres, y con frecuencia es el único personaje del cual se conocen todas las tramas e hilos narrativos. Sin proponérnoslo nos vamos convirtiendo en los héroes de nuestras propias existencias. No porque tengamos habilidades supernaturales y tiremos rayitos de colores, sino por su otra acepción.

Y así como en el cine el tiempo puede hacer que una obra maestra se trasforme en un bodrio, en la historia personal puede lograr que el héroe (uno mismo) se transforme en villano. Al vernos desde afuera, ya alejados de nuestra propia anécdota, podemos apreciarnos como si ese ser fuese otro, y así juzgarlo más certeramente. Pero basta de tanta introducción rebuscada; voy al grano.

La historia nos sitúa en el año 2004, en la ciudad balnearia de Miramar. Por ese entonces yo tenía unos 19 años, y era la segunda vez que me iba de vacaciones con amigos. La primera había sido el año anterior, pero en este caso fue distinto porque a medida que pasaban los días, fueron llegando más amigos, sumado a otros que casualmente estaban vacacionando con sus familias en la misma ciudad. Así, pasamos de ser cuatro a más de diez, que nos pasábamos los días en la playa, y las noches en la peatonal o los boliches.

Nunca fui muy amigo de ir a bailar, no era lo mío. Pero en ese ámbito tenía un aspecto diferente, porque se asemejaba bastante al clima del viaje de egresados. El lugar al que solíamos ir con más frecuencia durante ese verano era a uno llamado El Complejo, que en realidad no era un boliche sino la conjunción de tres distintos (dos de ellos lindantes entre sí, y un tercero en la planta superior), que en determinado momento de la noche se interconectaban por medio de puertas y accesos que durante las primeras horas permanecían cerradas. En realidad, no estoy del todo seguro si esto era así, pero me gusta creerlo.

Aquella noche nos encontrábamos con los chicos en el boliche, pero era temprano, y funcionaba como bar. Había mesitas en toda la pista, pero nosotros preferimos quedarnos acodados en la barra, tomando nuestros tragos. El boom personal de ese verano era el San Fernando, que era vodka con Sprite y no sé qué otra cosa más. Pasábamos el rato entre charlas, risas y tragos. Cada tanto una ronda de tequila, que en grupo suele ser más divertido.

Entrada la madrugada empezaron a sacar las mesas, lo que daba inicio a la pista de baile. Supongo que algo similar estaría pasando en los otros integrantes de El Complejo, y era un buen momento para caminar un poco, y acceder a estos otros boliches. Lo bueno de esta cualidad de poder pasar de uno a otro, es que no era necesario salir a la calle, ni pagar otra entrada. Ya era todo parte de lo mismo. Estuvimos un rato, o quizás unas horas en el patio común que tenían los lugares, que era el único espacio destechado, y luego encaramos las escaleras para ir al piso superior.

Ese día, el boliche de arriba tenía una particularidad, porque estaban haciendo una fiesta de la espuma. Es decir, desde el techo en el centro de la pista, caía una constante cascada espumosa, que lentamente empezaba a llenar el espacio. Con mis amigos nos miramos; parecía divertido. Pero nosotros, siempre muy conscientes, entendíamos también las consecuencias de esa aventura: terminar la noche con la ropa completamente empapada, teniendo que caminar, en la noche miramarense, diez cuadras hasta el departamento, con el viento frío viniendo desde el mar. Hubo dudas, y muchos desistieron, pero un par vislumbramos las anécdotas que podían surgir de esa experiencia. Le dimos nuestras billeteras y documentos a los que quedaron afuera, y nos sumergimos en la mar.


Comentarios

  1. Seguro valió la pena vivir una experiencia así, me gustó
    Un abrazo

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  2. ¡Hola! Y me dejas con la intriga de lo que pasó ¿no les afanaron las billeteras y documentos, che?
    ¡Un abrazo!

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    Respuestas
    1. Jeje. Bueno, pero mañana estará el desenlace de la historia. =)

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  3. Suena interesante. Y me gustó eso no estar seguro si el recuerdo es fiel a la realidad, pero admitir que está bien así. Ahora que lo pienso creo haber adaptado a mi gusto unos cuantos recuerdos de mi adolescencia.
    Quedo a la espera de la parte 2.
    Beso.

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  4. Tiene un buen comienzo y deja con intriga.
    Bien contado.

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  5. Ya vi que hay segunda parte...hacia allá voy

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