Pude verlo un año más tarde
Y ahí estaba la Rusa, esperándome en el aeropuerto. Que haya
ido a buscarme por iniciativa propia destruía mis antiguos temores y me colmaba
de esperanza y alegría. Sin embargo, todavía no sabía bien cómo manejarme,
porque previo al viaje todo había estado a punto de desmoronarse, y habíamos
acordado ir más despacio, sin prisas ni presiones, con lo cual yo había tenido
que caer indefectiblemente por una auto represión de sentimientos: no
mensajear, no proponer encuentros en la medida que me hubiese gustado. Pero, ¿y
ahora? Este gesto suyo que demostraba interés, ¿cambiaba los términos?
No me hizo falta averiguarlo, porque durante los seis días
siguientes a mi regreso terminamos viéndonos, haciendo diferente tipo de
planes, y siempre propuestos por ella. Ella me había extrañado. La Rusa quería
verme. Sin embargo, todo tenía un sustento bastante más endeble de lo que
aparentaba, o mejor dicho, de lo que yo creía y quería, pero esto recién pude
verlo un año más tarde.
Nos vimos, salimos a cenar o tomar algo, la acompañé a planes
cotidianos, fui con ella a que le quitaran los puntos de la cirugía; yo estaba para
hacer todo con ella. Y no sé si es que sus sentimientos hacia mí eran menos
sinceros, o menos sólidos, o que otra vez lo sexual fue el factor
desencadenante. En las dos semanas que siguieron al regreso, pese a que nos
vimos muchas veces, no hubo más de tres encuentros íntimos, con resultados
variables. Creo recordar que en el primero de ellos al principio no pude conseguir
una buena erección, pero después de unos momentos, y de hablarlo, me relajé y
pudimos concretar. A la siguiente vez no hubo inconvenientes, y en la tercera
los nervios volvieron a ponerse en mi contra.
Esa noche, se sentía en el ambiente una incomodidad, o
insatisfacción, o fastidio. Pero incluso desde antes del episodio sexual.
Habíamos ido a cenar, y yo atiné a sentarme a su lado, a lo que ella me pidió
que me sentase enfrente, pero de una manera que percibí como poco cordial. Y tampoco
era la primera vez. Yo estuve mucho tiempo solo, la gran mayoría de mi vida
adulta, y eso es un problema porque alimenta el aislamiento, el individualismo,
y después resulta muy difícil que alguien encaje en ese mundo individual
propio. Y al conocer a alguien, uno tiene que hacer un pequeño esfuerzo de
apertura mental para no confrontar en cosas innecesarias. Yo estaba un poco en
ese plan, pero nunca terminé de sentirlo de parte de ella. La Rusa no quería, o
no podía moverse de su lugar, y en cierto modo era yo, que quería estar con
ella porque me había despertado sentimientos olvidados, el que se terminaba
amoldando a sus espacios, a sus tiempos, a sus deseos. No te sientes ahí. No es
lindo ese bar. No me gusta ahí abajo. Y yo me cambiaba de silla, buscaba otro
bar, y no la besaba más ahí abajo. Pero claro, recién pude verlo un año más
tarde.
Y un par de días después de esa tensión de la última noche, que se extendió un tanto más difusa entre los mates de la mañana, me pidió si podíamos juntarnos a hablar. Otra vez parecía repetirse la lógica accidentada de nuestro vínculo. Sólo que esta vez fue más terminante, sin sugerencia de tiempos más permisivos. No podría recordar las palabras exactas que me dijo en la mesa de ese bar, pero el mensaje fue que toda ilusión, toda proyección, ya no tenían lugar. Salimos a la calle, nos abrazamos, me puse a llorar, la llevé hasta su casa, nos saludamos por última vez, y seguí manejando entre lágrimas, sin todavía saber que el próximo mes y medio iban a ser los más tristes y dolorosos en mucho, mucho tiempo. Es el daño colateral de haber despertado esos sentimientos olvidados.
Ya nos venías advirtiendo que no iba a durar mucho, incluso en las respuestas a los comentarios.
ResponderBorrarAunque antes de que aparezcan los conflictos, todo parecía ir bien. Incluso se extrañaban.
Saludos.
eso en el sexo pasa cuando te gusta mucho pero mucho una mujer, los nervios y la cabeza juegan en contra... a mi me pasó y me tuvieron paciencia, sin eso no hay mas nada porque debe haber amor y es algo lógico ese rompimiento...
ResponderBorraryo pensaba a esa edad que el sexo era un 51% de la pareja pero con la edad entendés que no, que a lo sumo es un 40%... saludos y que garrón, se nos viene ahora encima ese mes y medio! jaja